El tiempo se muere

Sucedió cuando abrieron la grieta en el tiempo.

Huyeron abandonando sus juegos.
Yo no quise irme. Uní mi vida a los recuerdos.

Por los pasillos del alma el hombre gris espera y llora.
En la ventana llama la lluvia, el cielo oscuro, la noche, los ecos ancianos, la tormenta.

Sueña…
La prisión de la carne.
La cadenciosa espera.
La tela mineral de una araña negra.

La soledad envenena el aire que respira, cierra sus fauces sobre la gangrenada vida.

Cenizas se acumulan en su mirada, y se derraman lentas. Una lánguida vaca atraviesa el pasillo y se aleja, antes de perderse en la nada le mira sin vida.

Los gusanos, comen en mis manos.

En este rincón de susurros y fantasmas alzo mi corazón a las estrellas y grito al silencio de hielo, infinito dolor, pesado como el embestir del miedo.

He dejado que la tierra me devore, que se nutra de mí, que alcance mi abrasada alma y apague esta inconmensurable hambre.
Por mis venas crecen las botánicas raíces. Mi pensamiento decanta el amarillo sabor de la arena, asimila su rancio olor a orina.

Extiendo mis sentidos atravesando los universos ocultos y cuando el frío tacto del espacio acaricia mi ser, atravieso la puerta prohibida.