El usurpador del trono

El duende negro usurpa el trono de nuestra mente. Odio, ira, codicia… egoísmo. Oprime nuestra existencia y nos hace denostar lo más precios...



El duende negro usurpa el trono de nuestra mente.

Odio, ira, codicia… egoísmo.
Oprime nuestra existencia y nos hace denostar lo más precioso.

Si no os hacéis como niños no entraréis…

Nos incita a crecer y a olvidar lo importante…

Pero nuestra luz primigenia no puede ser destruida, quizás velada, sí, pero nunca extirpada.
La semilla vital brilla desde el principio y forma parte el Ser.
Es don de Dios, es inmortal.

Es esta nuestra lucha: restituir en el trono al legítimo rey: -Sabiduría- y mandar al duende negro -la ignorancia- al destierro. Fuera, a los círculos más alejados del Supremo donde es llanto y crujir de dientes…

Despierta, recorre los senderos del tiempo recogiendo los recuerdos que atrás quedaron. Retornando a Centro, volviendo a Casa…
No estás sólo. Es posible que juzgues que Dios, después de crear la multiplicidad se olvidó de nosotros, pero has de saber, buscador, que nos dejó un rastro de plata, un indicio de Uno; hallándolo te encontrarás y le hallarás.
Bendito juego divino, enigma sin fin, bendito su latir, bendita y estrecha senda que tan pocos hallan…

Y la sabiduría en su sitial nos mostrará el principio: renuncia, niégate a ti mismo… ¿miedo a no ser? He aquí el supremo acto: nada hay más grande que dar la vida por los demás… ¿Es que no comprendéis?
Oiga quien tenga oídos…

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