LA HEROICA GESTA DE LOS MATÍAS LUPO - Capítulo VI

Desperté sacudido por un estridente griterío. Miré alrededor, estaba durmiendo dentro del enorme armario de mi habitación con Rómulo y Remo,...

Desperté sacudido por un estridente griterío. Miré alrededor, estaba durmiendo dentro del enorme armario de mi habitación con Rómulo y Remo, nuestros perros, y además con dos pequeños cerditos de la última camada. Por un momento intenté poner en orden mis pensamientos. Recordaba vivamente cómo había cerrado el arca de Noé con una pareja de cada especie animal dentro, era obvio que mi arca no era otra cosa que el armario donde ahora estaba. A mi mente vinieron imágenes de la noche pasada y no quería, no podía creer las imágenes que en este momento pasaban por mi dolorida cabeza: Mis hermanos y yo danzando frenéticamente en honor a Baco, el pagano dios del vino, y gritando: ¡Evohé, Evohé!, dando vueltas desnudos a una enorme hoguera donde se asaba el ternasco de la cena. Enloquecidos, desnudos como animales y completamente borrachos. La verdad es que no sé cómo acabamos así, tampoco recuerdo cuando salimos de la cueva y lo vivido en ella permanecía oculto en lo profundo de mí ser hasta que en su momento fuese despertado y así fuese hecho lo que ya estaba escrito en el libro del destino…

Lentamente me incorporé, me dolían todos los huesos del cuerpo y mi cabeza parecía un balón a punto de estallar. Los perros y los cerditos me miraban interrogantes, no tenía ni fuerzas para echarlos de mi cuarto por ahora, sacudí mi cabeza y me dirigí a la ventana por donde entraban los agudos sonidos del patio.
-¿Qué gritos son estos?- pensé. Me asomé interrogante a la ventana abierta y tuve que frotarme los ojos para cerciorarme de que todavía no estaba soñando…
-¡Atención…! - Mi hermano Leónidas vestido como el General Palafox estaba gritando al resto de mis hermanos que, frente a él, se habían plantado en fila y en posición de descanso…
-¡Atenciooón! ¡Soldados! ¡Fiiirmes! Mis hermanos al unísono adoptaron ruidosamente esa posición, y digo bien, ruidosamente, ya que los arcabuces, las picas y las espadas chocaron escandalosamente contra las armaduras de los tercios españoles que portaban. El espectáculo era surrealista: Palafox frente a cuatro piqueros españoles del siglo XVI. Al parecer habían saqueado el museo del pueblo y esto había servido para uniformar al real ejército de Encinacoja. Ahora bien, al parecer no había alcanzado los suministros para cubrir completamente a todos los miembros de la tropa ya que, menos Leónidas, todos ellos lucían de cintura para abajo el pantalón corto del equipo de futbol del pueblo, de un verde fosforito bastante chillón así como las correspondientes medias amarillas y sus botas de tacos.
-¡¿Dónde está Nerón?! - gritó Leónidas. En ese momento salía del museo precipitadamente y se incorporaba a la fila.
- Vaya, Nerón, al fin te presentas. Hace rato que estamos pasando revista a las tropas. ¿Se puede saber de qué cojones te has vestido? Esto es una guerra seria. Somos españoles y como tal hemos de uniformarnos, los tercios viejos fueron la infantería mas aguerrida de Europa durante casi dos siglos y tú vienes con una falda escocesa y una mariconera hippie. ¿Es que te crees que esto es una charanga?
-Perdona Leónidas pero ya no quedaban ropas ni armaduras del tercio y he tenido que coger las del muñeco escocés de propaganda de Cardhu del bar…
-¿Cómo que Leónidas? Un poco de respeto a tu General. Sin el tratamiento adecuado no se puede ganar una guerra, eso lo saben muy bien todos los ejércitos. Tenemos enfrente a uno de los cuerpos más disciplinados y marciales del mundo y ellos sí que saben guardar las formalidades. Tenemos que ser al menos como ellos, así que se me llamará como mi general o “bulecencia” ¡¿Entendido?!



-¡Sí mi burrecencia! - gritaron todos al unísono.

-Bueno, dejemos por ahora lo de tu uniforme y procedamos con la revista. El enemigo estará ya haciendo planes estratégicos para asaltar la plaza y no podemos perder el tiempo, hemos de preparar la defensa.

-Perdón mi bustelencia… -interrumpió Esquilo.

-¿Qué quieres ahora?

-Pues verá mi General, estoy pensando que yo también quisiera llevar falda como Nerón. Este pantalón de futbol me aprieta mucho y el braguero se me clava en las ingles haciéndome rozadura… mi excelencia.

-Lo mismo digo yo- dijo Esquilo

- Y yo… - dijeron todos los demás.
-Joder con la tropa… Ahora resulta que a las “nenas” les apetece llevar faldones… Y seguramente también querrán ponerse bragas de encaje, ¿me equivoco…?

-Pues a decir verdad, su señoría… -contestó Cesar- en realidad técnicamente los escoceses no llevaban nada debajo, eso les daba una ventaja táctica sobre sus oponentes ya que perdían menos tiempo en mear o cagar… su excrescencia.

-¡Me cago en la puta! ¡Mi ejército no llevará falda, coño¡ ¡Como mucho les permito que se corten la tira de la entrepierna y asunto arreglado!

Todos desenvainaron sus sables y procedieron a cortar por abajo

-Vaya diferencia, ahora sí- suspiraron aliviados.

-Bueno ya está bien. Vayamos con la revista. ¡Aaatención! ¡Fiiirmes!

Se oyó un seco chocar de metal y luego se hizo el silencio.

-Sargento César, proceda con el bombardino a tocar una marcha militar para que pueda pasar revista apropiadamente.

Leónidas se dirigió a un extremo de la hilera y esperó a que César se colocase el bombardino del abuelo que tenía sobre un hombro. La música siempre ha sido una afición arraigada en mi familia, con más vocación que inspiración, todo hay que decirlo. Y allá va que arrancó César con la tonada al tiempo que Leónidas arrancó a su vez con una especie de paso de la oca, que mas bien parecía del gorrión, ya que las ajustadas medias del General no le dejaban apenas margen para levantar las piernas. De pronto Leónidas se detuvo.

-¿Pero se puede saber que coño estás tocando?

César había arrancado con el castizo pasodoble de Gustavo Pascual Falcó “Paquito el chocolatero”

-¿Eso es una marcha militar? ¿Cómo se te ocurre que yo puedo desfilar con esa cosa? Joder, un poco de seriedad…

-Lo siento Leó… digo, mi reverencia, es que no me sé otra pieza, no me ha dado tiempo a aprenderme otra obra. Es la que siempre tocamos en las fiestas, tú mismo me la pides todos los años.

-Está bien, procedamos. No vamos a perder más tiempo. Dale al pasodoble sargento.

Y allí estaban, mis hermanos uniformados mitad de arcabuceros y piqueros de los tercios y mitad de futbolistas del Atlético Sansón de Encinacoja, formados muy tiesos con las picas enhiestas y arcabuces al hombro pero sin poder evitar balancearse hacia delante y hacia atrás al ritmo del Paquito el Chocolatero y resistiéndose, supongo yo, para no gritar el consiguiente ¡He, He! al son de las notas. Mientras, Leónidas iba de un lado a otro mirando seriamente al “glorioso y siempre invicto Ejercito de Encinacoja del Río”.

- Dios bendito -pensé- vaya espectáculo...

- Desde luego, vaya con los Lupo -pensó Nicanor- la verdad es que no resulta fácil entender cómo mantuvieron en jaque a media compañía de la guardia civil durante una semana…

La memoria de Nicanor se retrotrajo al día en que el capitán Romeo Saputo ordenó a seis de sus hombres que se acercasen a Encinacoja a arrestar a los hermanos Matías por intento de asesinato. Estaba tan ufano y orgulloso de estrenarse en su puesto con una contundente y sonada acción, tan ejemplarizante y aleccionadora… Ésto iba a marcar una nueva forma de ejercer la ley y el orden su territorio.

-Actuad con firmeza, no quiero que unos palurdos cuestionen la autoridad política y a su brazo ejecutor. Aquí tenéis la orden de arresto, la ha remitido por fax el juzgado de Huesca esta mañana. Quiero que estéis aquí esta tarde con todos ellos detenidos. Pasado mañana, en el acto oficial de inauguración del cuartel, quiero informar al Teniente Coronel que todo este asunto está resuelto. Llevaos el Pegaso de veinte plazas y el Land Rover. Adelante sargento, les dejo plena autonomía. Por aquí vamos a estar muy ocupados con todas las autoridades así que no me molesten si no es estrictamente necesario. No tiene por qué haber ningún problema, no son más que una panda de rústicos aldeanos que, sin duda, se cagarán en cuanto vean los uniformes de la Guardia Civil.

Nicanor recordaba verlos partir como si fuesen a una excursión campestre, qué poco imaginaban cómo iban a terminar…

Después de la esperpéntica revista de las tropas, Leónidas convocó a su Estado Mayor a una reunión para establecer la estrategia de la campaña. Naturalmente todos asistimos (incluso los perros: “las fuerzas especiales”) ya que en este caso, obviamente, el Estado Mayor coincidía con el total de la tropa. Y a diferencia del desfile inicial donde lo cómico se mezclaba con lo ridículo, en lo tocante a la acción de guerra la cosa cambiaba:
aquí salían a relucir tanto el perfecto conocimiento del terreno como la gran cantidad de argucias y experiencia acumulada por la familia en el arte de la guerra tras siglos de constantes batallas y contiendas. Eso además de un intuitivo conocimiento del futuro que la consulta del Libro nos había proporcionado. Sabíamos que si todos actuábamos tal y como estaba previsto podíamos salir victoriosos en esta lucha, pero también sabíamos que no sería fácil y que se nos exigiría esfuerzo y valor, así como un gran sacrificio final. Aun así y todo, la familia estaba unida y dispuesta a pelear con fuerza y honor. No podía ser de otra manera.

Relacionados

LOS MATÍAS LUPO 3311216588934863457

Publicar un comentario

emo-but-icon

Recientes

Lo + visto

Coment.

SERVICIOS

item