Sabina en plena forma arrasó en La Magdalena.

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El mal tiempo que protagonizó buena parte del día de ayer en Santander hizo un paréntesis para no 'estropear' el concierto de Joaquín Sabina en la campa de La Magdalena, que se vistió de gala y se vio arropada por unas 12.000 personas que hicieron paciente cola para entrar al recinto. Esta vez, las puertas no se abrieron hasta pasadas las nueve de la noche y eso provocó que el público se empezara a concentrar en los alrededores, llegando hasta la Primera Playa de El Sardinero. El concierto no empezó hasta las diez y veinte porque Sabina prefirió esperar a que la mayor parte estuviera dentro, aunque muchos, molestos, lo tuvieron que hacer cuando ya sonaban las primeras canciones. Mientras, él estaba la mar de contento comiendo las anchoas que le llevó el presidente de Cantabria. Miguel Ángel Revilla y su mujer, Aurora Díaz llegaron al recinto poco después de las nueve con la intención de saludarle y entregarle en mano una pandereta de anchoas. Después de darse un soberano abrazo y comerse unos bocartes, Sabina salió al escenario.
Sin teloneros ni artificios, el cantautor jienense saltó al escenario a pecho descubierto y bombín a la cabeza para brindar a sus aficionados otra cita memorable; una más y van...
Para empezar, 'Tiramisú...'
Pasadas las diez y veinte de la noche, los primeros compases de 'Tiramisú de limón' desataron la locura, que no cesó ni un instante. Sabina, acompañado de una banda con rostros de toda la vida y alguna novedad, interpretó también del disco que ha roto su silencio temas como 'Viudita de Cliquot', 'Cristales de Bohemia' o 'Vinagre y rosas', entre otros. Tampoco olvidó viejos éxitos como 'Ganas de', '19 días y 500 noches', 'Princesa', 'Por el boulevard de los sueños rotos' y 'Medias negras' ni dardos infalibles al corazón en la recta final del concierto en forma de 'Noches de boda', 'La del pirata cojo' o 'Nos dieron las diez'. Comunicativo, cómplice y poeta, Sabina cedió también protagonismo para el lucimiento de su banda, como en los momentos en que el incombustible Pancho Varona cantó 'Conductores suicidas', Antonio García de Diego el precioso tema 'Amor se llama el juego' o la joven y sensual Marita Barros, la sustituta de Olga Román, se presentó en sociedad con 'Como un dol or de muelas'. Así hasta casi una treintena de temas que viajaron por el tiempo, las emociones y los recuerdos en un concierto brillante y redondo que se cerró definitivamente a la una menos diez de la madrugada con la interpretación de 'Pastillas para no soñar'.
En torno a 8.000 personas no quisieron perderse el regreso de Sabina a la capital cántabra y se fueron a casa con un sabor de boca sensacional, tras ver al flaco cantar los éxitos de 'Vinagre y rosas' y hacer un repaso por su discografía durante más de dos horas y media, demostrando que está más en forma de lo que muchos podían esperar. Por ello, la única lluvia de anoche fue la musical; la única tormenta, la provocada por uno de los más grandes genios que ha dado la música nacional; y los únicos paraguas, los bombines cómplices que lucieron muchos de los presentes.
Lo más sorprendente del aforo de La Magdalena fue la variedad: desde compañeros de generación del artista, que ya ha cumplido los 61 años, hasta adolescentes que conocían cada palabra de las geniales letras compuestas por el de Úbeda.
Fuente: El Diario montañes









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