Rivas se ha convertido en una pequeña ciudad

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Estuve el miércoles en Rivas, mi pueblo. Casi no lo conocía. Recorriendo sus calles me di cuenta de que es una pequeña ciudad. Pude contemplar la transformación sufrida desde que yo era niña y habitaba en el callejón de donde salían las vacas en las fiestas de septiembre. Estuve saludando a mi prima Fina Larraga, que es un mujer llena de encanto y de ternura. Puedo decir que me gustó mucho el pueblo y que, cuando salí de él camino de nuevo a Zaragoza, me invadió una gran nostalgia. Mi madre murió el siete de abril del año en curso y a mi padre lo trasladamos de su tumba de tantos años, al cementerio de Orés, con mi madre. Nostalgia porque lo más grande de nuestra vida, nuestros padres, habían dejado definitivamente el pueblo que nos vio nacer y que con tanto amor nos acogió desde siempre, pues ellos tampoco de scencían de allí. Gracias al pueblo de Rivas, mi pueblo, por ser como es. Felicidades a sus gentes, porque son dignas de la solidaridad y del cariño de todos los que las conocemos. Un abrazo grande para todos, en especial para mis primos Angel y Fina y sus respectivas familias. María Josefa Larraga